El aviso
Lo que
sueño, ¿es lo que realmente quiero?
El aviso ofrecía
más de lo que cualquier escritor podía pedir, un lugar especialmente creado
para crear. Traté de escribir un mail que
impresionara al seleccionador ; pero luego de varios intentos desistí, el
entusiasmo me obnubilaba.
Esa noche,
hice lo que suelo hacer cuando las ideas escasean, puse el aviso sobre la
mesita con la ilusión de encontrar las palabras
esquivas al día siguiente. Apagué la luz, no tardé en dormirme y… ¡vaya si
soñé!
Estaba en un
lugar paradisíaco, con montañas majestuosas y un mar a veces calmo y otras, embravecido, la gente que me rodeaba era
maravillosa, genial, todo me inspiraba, yo escribía y escribía casi en estado
de gracia y por momentos, se me cruzaban escenas de “Medianoche en París”. Así
logré mi obra, un libro que perduraría en el tiempo, un clásico y a la vez un best-seller, los editores se lo
disputaban y hasta se hablaba de traducirlo en varios idiomas. Borges y
Cortázar que habían resucitado para la ocasión lo presentaban mientras yo
entraba por el camino central agradeciendo los aplausos. Pero algo
pasó,(siempre pasa algo en los sueños), la película cambió de repente y yo era
entonces la novia fugitiva que antes de llegar al altar se da vuelta y huye
buscando caminos alejados de alfombras rojas.
Me desperté
agitada de tanto correr, afuera, el viento se hacia sentir como nunca,
curiosamente, no aparecieron las palabras esperadas sino imágenes cotidianas.
La ciudad estaba quieta, en pocas horas yo caminaría por las veredas recién
baldeadas, siempre abstraída, con alguna idea persiguiéndome. Quizás, entraría
a cualquier bar y con el pretexto de un mate cocido, haría garabatos en
borrador de algún texto futuro. Me incorporé en la cama, pensé en todos los
talleres, el que tenía música y relajación; el que trabajaba con autores poco
conocidos y el último, lleno de colores, preguntas y respuestas. Junté a todos
los compañeros y vi que nos unía un hilo invisible: el goce de escribir. Tomé
el aviso, me levanté, abrí la ventana y como si fuera un pájaro lo dejé volar,
el cielo amanecía en mi balcón, acaso, ¿puedo pedir algo más?
Elsa Palma
Cafetín Literario
Corrientes 450, 1º piso. Empleados de Comercio.
Prof.: Susana Rozas- Fecerico Vega.
Miércoles desde las 14hs.
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