martes, 27 de mayo de 2014

Tendedero


YO NO LO SÉ DE CIERTO...

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.

Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.

(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo).
Horal, 1950

    Jaime Sabines
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Final
                           a Julio Cortázar

Para comprender tu muerte
He salido a buscar
Mi “flor amarilla”
Te tuve que pensar
Te tuve que traer.
Después supe
Que me descubriste
Jugando a las estatuas
Y es seguro que pasabas
En aquel tren
Porque me adivinaste
La posición
Los años
Mi pollera corta
Las rodillas
Los sagrados pecados que
Nos involucra la adolescencia.

También
Fui “la mujer”
En los renglones
Que me dibujaste Maga.

Ahora nos queda sólo
Una lluvia interminable
De nombres-palabras
Que en esta impotente desesperación
                                                            Te llaman
                                                              Te gritan
                                                                 Te viven
Te imploran en una biblioteca
En los cuadernos de literatura
En los terribles
Y a veces felinos gestos de
Mi generación.

                                                       S.R

miércoles, 21 de mayo de 2014

Textos

Cafetín Literario de Empleados de Comercio.
Miércoles desde las 14hs. Gratis. Corrientes 450 1º piso

frases de Roberto Bolaño

Roberto Bolaño » últimas frases
Leer es como pensar, como rezar, como hablar con un amigo, como exponer tus ideas, como escuchar las ideas de los otros, como escuchar música (sí, sí), como contemplar un paisaje, como salir a dar un paseo por la playa.

La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái; pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tiene el valor sabiendo previamente que va a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura.

Las metáforas son nuestra manera de perdernos en las apariencias o de quedarnos inmóviles en el mar de las apariencias. En este sentido una metáfora es como un salvavidas. Y no hay que olvidar que hay salvavidas que flotan y salvavidas que caen a plomo hacia el fondo. Eso conviene no olvidarlo jamás.

Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.


(...) Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano.



martes, 20 de mayo de 2014

Revolución

MIÉRCOLES DESDE 14HS. EMPLEADOS DE COMERCIO.
Corrientes 450, 1º Piso. (Gratis)


REVOLUCIÓN
palabra latina revolutum que puede traducirse como “dar vueltas”.
La revolución es un cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato, que se puede producir simultáneamente en distintos ámbitos (social, económico, cultural, religioso, etc.). Los cambios revolucionarios tienen consecuencias trascendentales y suelen percibirse como súbitos y violentos, ya que se trata de una ruptura del orden establecido. Las revoluciones nacen como consecuencia de procesos históricos y de construcciones colectivas.





Pensamientos (1967, Juan Gelman)

…soy de un país donde se llora por el Che o en todo caso
se canta por el Che y
algunos están contentos con su muerte
"vieron" dicen "estaba equivocado la cosa
no es así" dicen y cómo
carajo será la cosa no lo dicen o
prefieren recitar viejos versículos o
indicar señalar aconsejar mientras
los demás callan
miran al aire con los ojos perdidos
el comandante Guevara entró a la muerte
y allá andará según se dice
soy de un país donde costó
creer que se moría y
muchos
un servidor entre otros
se consolaba así:
"pero si él dice no hay que
pelear hasta morir hay que pelear hasta vencer entonces no está muerto"
otros lloraban demasiado como quien
ha perdido a su padre y yo creo
que él no es nuestro padre y
con todo respeto creo que
está mal llorarlo así
soy de un país donde los enemigos no
pudieron depositar un solo insulto una sola
suciedad una sola pequeña porquería
sobre él y hasta algunos
lamentaron su muerte no
por bondad o humanidad o piedad
sino porque esos viejos perros
o muertos con permiso sintieron por fin un enemigo que
valía la pena
que un rayo de peligro
entraba en escena y entonces
iban a poder morir en serio
a manos o a balas de verdad "y no
en brazos de esta especie de disolución
en que nos vamos disolviendo" como
dijo uno de grande apellido
soy de un país donde sucedieron o suceden
todas estas cosas y aún otras
como traiciones y maldades en excesiva cantidad
y el pueblo sufre y está ciego y naides
lo defiende y sólo
el Che
se puso de pie para eso
pero
ahora
el comandante Guevara entró a la muerte
y allá andará según se dice
soy de un país complicadísimo
latinoeruocosmopoliurbano
criollojudipolacogalleguisitanoira
según dicen los textos y los textos que dicen
pues dicen y
como dicen
así será la historia pero yo
les aseguro que no es cierto
de este país de fantasía
se fue Guevara una mañana y
otra mañana volvió y siempre
ha de volver a este país aunque no sea
más que
para mirarnos un poco un gran poquito y
¿quién se habrá de aguantar?
¿quién habrá de aguantarle la mirada?....


                               Fragmento de Pensamientos



Tendedero 2

Miércoles desde las 14hs. A cargo de Federico Vega- Susana Rozas- Marta Dómina







Un Poema

Ustedes dirán que es pura necedad la mía
Que es un desatino lamentarse de la suerte,
Y cuantimás de esta tierra pasmada
Donde nos olvidó el destino.
La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre,
Y aunque digan que el hambre
Repartida entre muchos
Toca a menos
Lo cierto es que todos aquí
Estamos a medio morir.
Según parece
Ya nos viene de a derecho la de malas
Nada de que hay que echarle nudo ciego a ese asunto
Nada de eso
Desde que el mundo es mundo
Hemos echado a andar con el ombligo pegado al espinazo
Y agarrados del viento con las uñas.
Se nos regatea hasta la sombra,
Y a pesar de todo así seguimos:
Medio aturdidos por el maldecido sol
Que nos cunde a diario a despedazos,
Siempre con la misma jeringa,
Como si quisiera revivir más el rescoldo.
Aunque bien sabemos
Que ni ardiendo en brasas
Se nos prenderá la suerte.
                                                         Juan Rulfo.



Zadie Smith

…”Hoy día sé que la única razón por la que leo es para sentirme menos sola, para establecer una conexión con una conciencia que no es la mía. Con ese fin, no puedo menos que depositar una fe cauta en la difícil asociación entre el lector y el escritor, esa discreta lucha para revelar la experiencia del mundo de un individuo a través del inestable medio que es el lenguaje.”
 


Inscripción hallada en una tumba egipcia
Circa 1250 a.C.

Ésta es la mejor de las vocaciones,
No hay otra como ésta.
¡Pon tu corazón en los textos!
No hay cosa mejor que los textos:
Son como barcas en el agua.
Mira, no hay profesión sin amo,
Pero no para el escriba,
Porque él es el amo.


                                                                                                                              Bárbara      



sábado, 17 de mayo de 2014

Montes Cárpatos de Héctor Rodríguez

Cafetín Literario....en Empleados de Comercio
                                    Corrientes 450, 1º piso
                                     miércoles desde las 14hs. Gratis



                                             MONTES CÁRPATOS

La lluvia es tan espesa, densa, que parece un muro sólido. El pequeño automóvil avanza a duras penas por la ruta zarandeado por las fuertes ráfagas de viento como si quisieran sacarlo del camino. El hombre joven que maneja y la muchacha a su lado, intentan visualizar la línea de la ruta que a ratos se ve iluminada por fuertes relámpagos acompañados por la estampida de truenos que los estremecen. Se preguntan si  hicieron bien en aventurarse a dejar el último pueblo distante unos doscientos kilómetros ya que la tormenta empezaba a amenazar.
Pero la prisa en llegar a la localidad de la costa atlántica donde pasarán sus vacaciones les dio  coraje. No transita nadie a esa hora  de la noche y se sienten desprotegidos.
Empieza a caer un fino granizo y el conductor decide salir de la carretera tomando un desvío de tierra, para guarecerse en los montes de pinos que abundan en los alrededores.
Buscan un lugar donde los árboles sean más tupidos y se acomodan en los asientos para tratar de pasar la noche.
Se despiertan sobresaltados cuando alguien golpea la ventanilla al tiempo que los alumbra con una linterna. El joven baja el vidrio y mira al desconocido que es alto, con barba rubia y está enfundado en un piloto negro. Éste les dice que tiene una pequeña posada, cerca de allí, donde pueden pasar la noche. Si están de acuerdo irá adelante con su furgón. Así lo hace la pareja siguiendo las luces rojas a través de de los montes y las escarpadas dunas. Piensan que han tenido suerte pues son las dos de la madrugada y no se ve ninguna otra luz. 
Al cabo de un buen rato, llegan a un claro del bosque donde se encuentra la posada de nombre Montes Cárpatos, según está escrito en un trozo de madera colgante al lado de banderas de distintos países. La casa de estilo alpino, con techo a dos aguas, es de aspecto muy cuidado, toda de troncos, con muchas flores y un primer piso con balcón saliente.
El anfitrión los hace pasar a un recibidor con sillones frente a la estufa de leños que se halla encendida, y mientras ellos se recomponen, va al piso superior. Vuelve al rato con una mujer sonriente enfundada en un largo camisón blanco a quién presenta como su esposa. Ambos son muy amables y luego de brindarles una bebida caliente y charlar un rato los conducen al dormitorio asignado en la planta baja. Los visitantes se encuentran cómodos, sin demasiados lujos, pero con confort y calidez. Duermen hasta entrada la mañana en que con discretos golpes en la puerta la mujer les indica que pueden desayunar. Hay varias mesitas coquetamente dispuestas, pero vacías, pues según relata la dueña todavía no es la época de llegada de los turistas. También acota que ellos son oriundos de una zona montañosa de Europa central y que hace 25 años que tienen la hostería. Ella los atenderá mientras su esposo va con el furgón a buscar provisiones.
Ya no llueve. La pareja sale a recorrer y pueden apreciar que la casa está rodeada de plantas de hortensias y dalias de variados colores, retamas amarillas, lo mismo que los maceteros que cuelgan del primer piso cubiertos de pensamientos blancos y azules. Es una postal bucólica. Siguen caminando hasta llegar al mar que se encuentra a poca distancia, les encanta el paisaje de altos médanos, los pinos que quedaron atrás y caminar sobre la espuma. En todo el paseo no vieron ninguna casa o persona, dentro o fuera del bosque, solamente un barco que se desplazaba lentamente en el horizonte.
Al regresar, los espera la posadera con la comida y ellos dicen que se van a quedar también  esa noche ya que están muy a gusto y retomarán su camino al día siguiente.
Vuelven a pasear y regresan al oscurecer. Encuentran la mesa servida  para un banquete, los dueños cenarán con ellos como despedida. La mujer muestra sus habilidades en la cocina y el marido trae distintos vinos del depósito. El clima no puede ser mejor, calor de hogar, buena comida, generosa bebida y amable compañía.   
Luego, se retiran a descansar exhaustos de ese día perfecto.
Duermen pesadamente hasta que la luz del sol llega a los ojos del muchacho que se halla boca arriba, parpadea, y piensa que es hora de levantarse. Quiere mover la cabeza pero no puede, le echa la culpa al vino que tomó demás. Intenta mover los brazos, y no le responden. Trata con las piernas pero no las siente. No entiende que le sucede.  Con el rabo del ojo hace esfuerzos para ver a su compañera que está al lado. También ella se halla completamente inmóvil y lo mira con ojos desorbitados. No pueden articular palabras y por más que lo intentan sólo emiten unos pocos sonidos guturales parecidos a gruñidos. Confusos, desesperados, no pueden imaginar qué está sucediendo.
Oyen golpear la puerta varias veces, intentan responder, pero es en vano. Entonces se abre y los dueños de casa se quedan observándolos. El hombre les dice que no se preocupen, seguramente han comido algún hongo venenoso del bosque, que no es la primera vez que pasa y que él los va a ayudar. Salen y vuelven con dos soportes metálicos de los que usan en los hospitales para colgar las bolsas con medicamentos o sangre. Colocan uno para cada uno a ambos lados de la cama, ubican los recipientes con líquidos y se abocan a la tarea de insertarles las agujas en las venas. Finalizada la operación se retiran dejando a la pareja consternados y temerosos.
El joven mira con desesperación las bolsas que penden de los soportes y esforzando al máximo sus ojos alcanza a leer una leyenda o marca: “Donante de Órganos” y más abajo
“Centro Privado de Ablación y Trasplantes”. Con desesperación comienza a entender la trampa en que han caído, pero no puede hacer nada y una suave somnolencia lo va invadiendo. Trata de estar conciente pero es imposible. En  sus últimos momentos de lucidez y con los ojos semi cerrados se abre la puerta y alcanza a escuchar:
_ Ya preparaste el furgón ? espero que por estos dos nos paguen mejor que la última vez.
_ Seguro, mujer!...son más jóvenes.     

Héctor Rodríguez con Víctor H. Olmos

miércoles, 14 de mayo de 2014

Sobre la Revolución


Sobre la Revolución, el Che.
“Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
                Carta a mis hijos, Che.
Tendedero de poemas




II
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)

martes, 13 de mayo de 2014

POEMAS Y MÚSICA





 CAFETIN LITERARIO
 Empleados de Comercio. Corrientes 450, 1º Piso
 Todos los miércoles desde las 14hs. Gratis

PAPEL DE LIJA

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
No lo hago para nadie.
Sólo porque me gusta.

Hay quien escribe cartas;
quien sale a ver la luna
para olvidar. Yo lijo
mi cajita de música.

Amarga es la madera
de palo santo, dura.
Pero es como el amor
que no muere y perfuma.

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
Porque te vas y vuelves,
no he de acabarla nunca.

Te espero. Mi tristeza
huele a ti y es menuda.
Tengo las manos verdes
esta noche de lluvia.

José Pedroni (de El nivel y su lágrima, 1963)

Mi Buenos Aires querido

Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.


Juan Gelman


Indigestión Literal Alicia Pesce de Capella


Indigestión literal
Aquella tarde, yo había discutido con mi jefe. Durante el resto del día, seguí cavilando sobre las contestaciones que hubiese tenido que darle en ese momento. Aunque sabía que me trastornaba pensar en él, no pude sacarlo de mi mente enrojecida por la bronca.
Cuando me fui a dormir, traté de despejar mis pensamientos; pero el jefe, burlándose de mí, apareció en mis sueños.
Sentado en su butaca giratoria me miraba con sorna; yo le hablaba y las palabras salían impresas en colores brillantes: las que llegaban hasta sus orejas rebotaban, algunos vocablos hacían chispazos en el aire y caían carbonizados, otros se derretían sobre la solapa de su saco como babosas espolvoreadas con sal.
En un instante, el jefe se esfumó y me dejó con la boca llena de palabras. Yo no supe qué hacer, traté de escupirlas sobre su butaca; pero los grafemas apenas salieron volvieron a introducirse literalmente en mis oídos, cayendo directamente a la cavidad bucal. Quise vomitarlos y entonces escaparon hasta el cerebro para luego resbalar por la garganta. Me resultaba imposible desprenderme de ellos. Por fin, cuando mi boca parecía reventar, alguien me alcanzó un litro de agua mineral y después de tomar varios vasos, con bastante dificultad pude tragarlos, ya que eran ásperos, se habían engrosado, tenían un sabor horrible y sus hilachas se quedaban adheridas en mi paladar.
Ahora, cuando el jefe me causa un disgusto, suelo eructarlos y mascullando los repito una y otra vez.
                                                       Alicia A. Pesce de Capella.

domingo, 4 de mayo de 2014

Tendederos



  A mis obligaciones

Cumpliendo con mi oficio
piedra con piedra, pluma a pluma,
pasa el invierno y deja
sitios abandonados,
habitaciones muertas:
yo trabajo y trabajo,
debo substituir
tantos olvidos,
llenar de pan las tinieblas,
fundar otra vez la esperanza.

No es para mí sino el polvo,
la lluvia cruel de la estación,
no me reservo nada
sino todo el espacio
y allí trabajar, trabajar,
manifestar la primavera.

A todos tengo que dar algo
cada semana y cada día,
un regalo de color azul,
un pétalo frío del bosque,
y ya de mañana estoy vivo
mientras los otros se sumergen
en la pereza, en el amor,
yo estoy limpiando mi campana,
mi corazón, mis herramientas.

Tengo rocío para todos.


                                             Pablo Neruda






III
Solía escribir con su dedo grande en el aire...
Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!
                                                                                   (fragmento de César Vallejo)


CUENTA CORRIENTE
Usted que se desliza
sobre el tiempo,
usted que saca punta
y se persigna,
usted, modesto anfibio,
usted que firma con mi pluma fuente
y tose con su tos y no me escupa,
usted que sirve para
morirse y no se muere,
usted que tiene ojos dulces como el destino
y dudas que son cheques
al portador
y dudas
que le despejan Life y Selecciones,
¿cómo hace noche a noche
para cerrar los ojos
sin una sola deuda
sin una sola deuda
sin una sola sola sola deuda?                         Mario Benedetti
Sentir: aparece en la 2º mitad del siglos, del latín sentire; percibir por los sentidos, darse cuenta, pensar, opinar.
Derivan: sentimiento, sentimental, consentir, resentimiento.
A partir del siglo XIII, sentencia, sentenciar, sensato. Más adelante: sensación y sensibilidad.
 En el siglo XX imitando al inglés y francés reproducimos: sensual

viernes, 2 de mayo de 2014

Día del Trabajador- Elena Poniatowska

Cafetín Literario en Empleados de Comercio. Corrientes 450 1º Piso
Todos los miércoles desde las 14 hs. Gratuito y para todo el público.


Día del Trabajador en la Argentina
El primer acto del Día del Trabajador se realizó en 1890, en el Prado Español de Buenos Aires, y contó con la participación de numerosos movimientos obreros, integrados en su mayoría por inmigrantes alemanes, italianos, españoles y portugueses. Desde entonces se celebra cada 1º de mayo el Día del trabajador.
Años más tarde, Argentina atravesará por distintas instancias en la reivindicación de los derechos de los trabajadores, tanto de hombres como mujeres, reconociéndose estos para ambos.
A partir de la primera presidencia de Juan Domingo Perón (1946-1952), la conmemoración del Día del Trabajador alcanzaría una notable importancia, organizándose celebraciones multitudinarias en todo el país. A raíz de las numerosas reivindicaciones obreras logradas por el peronismo, el 1º de mayo se convirtió en un día emblemático: entre las diversas manifestaciones de entonces se destaca la convocatoria de los obreros en la Plaza de Mayo, quienes llegaban en multitud desde temprano para escuchar el discurso del presidente.
Escribió Felipe Pigna: "En nuestro país cada primero de mayo nuestros trabajadores tomaron las calles desafiando al poder, recordándole que existían y que no se resignarían a ser una parte del engranaje productivo. La lucha logró la reducción de la jornada laboral, las leyes sociales y la dignificación del trabajador. El poder se sintió afectado y en cada contraofensiva cívico-militar como las del 55; 62; 66; 76 y 89 (esta vez a través del voto), pretendieron –y en ocasiones lo lograron-, arrasar con las históricas conquistas del movimiento obrero".
                                                            Felipe Pigna



 Trabajo: en su ortigen tres palos, asociado a sufrimiento. Con la inmigración italiana se adhiere al significado de laboro (labor, laburo)

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Una historia vulgar

 A Rosa Wernicke, que le gustaba este poema, y no se por qué.(1)


 
El perro no era mío.
Yo lo encontré una siesta
por la orilla del río.
Le hice un poco de fiesta:
le halagué las ijadas
y el dorso polvoriento,
y él, contento,
me puso en las rodillas
sus dos patas mojadas.
De regreso, a hurtadillas,
me siguió por el puente.
Siete veces contadas
lo arrojé duramente.
El entonces huía
tanto como el alcance
de una pedrada mía.
Allí se detenía
sin comprender.
No sabía
si seguir o volver;
pero después, en cuidadoso avance,
con la gente volvía.


Cuando llegué a mi casa
(¡qué linda mi vecina!),
Leb doblaba la esquina
con su mirada escasa.


Me vio sacar la llave, abrir la puerta
y dejarla entreabierta
al sol puro del día.
Con su paso de zorro desconfiado,
él no tardó en llegar,
y cuando yo lo hacía
desandando lo andado,
asomó en la abertura, cautelosa,
su cabeza angular.
Le arrojé lo primero
que mi mano alcanzó
(¡ay, mi florero
con su rosa!),
y él huyó.
Pero la misma noche
su ladrido
me despertó.
Después, entredormido,
le oí ladrar a un coche,
gruñir a un tiro lejano como de pistola
de arzón, (2)
y golpear en mi puerta con la cola,
que era su corazón.


Al romper la mañana
la campana
tocó el Avemaría.
Despacito
me acerqué a la ventana.
Mi vecina barría.
(¡Qué linda con su rulito!).
En el disco del puente todavía
brillaba el farolito
que colgó el guardavía.
Ululando, un mochuelo
se levantó del suelo.
A los ojos del día,
desnudas en el cielo
cuatro estrellas
temblaban sorprendidas
como cuatro doncellas;
y en la calle, las orejas erguidas,
el hocico altanero,
la vista brava y quieta
y la cola arrollada sobre el lomo
en forma de corneta,
Leb estaba de guardia más entero
que un soldado de plomo.


Mi corazón vacío,
ni bueno, ni cruel,
ante aquel animal
tan sólo y fiel
que me estaba esperando,
se conmovió en su hastío.
Silbando,
lo traje hasta mi umbral,
y me quedé con él,
como si siempre hubiera sido mío.


Leb era inteligente
y de buen corazón.
En la boca, hasta el puente,
me llevaba el zurrón; (3)
desde el puente volvía
con mi atado de ropa.
Sabía
levantar una copa,
caminar en dos patas, dar la mano
lo mismo que un hermano,
atrapar en el aire, boquiabierto,
un mendrugo de pan, hacerse el muerto,
bostezar como un hombre ante mi charla,
alcanzarme el bastón
y saltar una mesa
Cierta vez, de sorpresa,
en la humilde estación
él me vino a esperar.
(Yo llegaba de un viaje
que me tuvo dos noches
de lugar en lugar).


Cuando vio mi equipaje,
locamente
me buscó por los coches,
correteó por la vía,
y se puso a ladrar
de alegría
entre toda la gente.
Parecía
que estaba por hablar.
Suave de condición,
obediente, callado,
Leb se había ganado
mi corazón.
Lo quería
como puede querer
a un niño una mujer.
Dibujaba, sin mirar,
su agudo perfil.
Conocía,
a tiro de fusil,
su cola militar,
y su ladrido,
como la voz de un ser querido,
entre diez mil.
Mi alegría
era verlo correr,
suelto el latido,
tras la pieza que huía,


y sin miedo nadar
por la misma corriente;
mi placer,
contemplarle el lunar
que estrellaba su frente;
mi dolor,
la risa de la gente
por su feo color,
su oreja recortada,
su colmillo saliente
y su nariz de payasín, alzada.


Nunca le até cordel
ni le puse bozal:
¡Lo sabía tan fiel,
tan dócil, tan formal!
Y así, mientras fue mío,
no mordió a gente alguna,
ni en el río,
ni en la calle desierta,
ni ladrando a la luna
o al farol,
ni guardando mi puerta,
ya en la sombra,
ya en la alfombra
hecha de hierba y sol.


Pero un día,
sin un ladrido hostil
a lo que más quería,
se fue tras el halago
 de un silbido sutil,
el silbido
de un vago.
Mucho después, herido,
regresó a mi dulzura,
y en mi puerta, a deshora,
llamó con la amargura
de una mujer que llora.


Como era sólo un perro,
no supo contar su drama.
Quería,
pero no podía.
Digo que fue un guerrero.
murió debajo de mi cama.

1926     José Pedroni

 Elena Poniatowsa Recibió el Premio Cervantes
 el 23 de abril de 2014.
Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.
Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.
Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.
La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.
A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.
María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.
Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato”.
Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema “Primero sueño”. Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.
Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela- testimonio “Hasta no verte Jesús mío”, no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.
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Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el “Marqués de Comillas”, el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México” —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.
Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”
Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora: “Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”
Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.
Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra “gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los jardines son un
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pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.
¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.