jueves, 25 de diciembre de 2014

Poema de Navidad

Poema de Navidad
Para eso fuimos hechos
Para recordar y ser recordados
Para llorar y hacer llorar
Para enterrar a nuestros muertos
Por eso tenemos brazos largos para los adioses
Manos para tomar lo que fue dado
Dedos para cavar la tierra.
Así será nuestra vida:
Una tarde siempre por olvidar
Una estrella apagándose en la sombra
Un camino entre dos sepulcros –
Por eso necesitamos velar
Hablar bajo, pisar suave, ver
A la noche dormir en silencio.
 No hay mucho que decir:
Una canción sobre una cuna
Un verso, tal vez, de amor
Una oración por quien se va
Pero que esa hora no olvide
Y por ella nuestros corazones
Se dejen, graves y simples.

Pues para eso fuimos hechos
Para confiar en el milagro
Para participar de la poesía
Para ver el rostro de la muerte –
De repente nunca más esperaremos
de la muerte, apenas
Nacemos, inmensamente.

                                         Vinicius de Moraes.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Apenas un instante, Elsa Palma

Cafetín Literario
Asociación Empleados de comercio; Rosario.

Apenas un instante
-Lo que me faltaba_ pensó para sus adentros_ llegar cansado del trabajo y tener que compartir el ascensor
con ella. Era la del octavo, octogenaria, quejosa y habladora. Ni su propio hijo la toleraba, ya hacia tiempo que no se lo veía por el edificio.
 Recordó la dura tarea del día: tratar de explicar a sus  alumnos las diferencias entre las raíces de las plantas.
 Apenas comenzó la clase se dio cuenta de  que el tema no les interesaba en absoluto; pero sucedió algo inesperado, pasados unos minutos,  hicieron silencio y prestaron atención.
¿Qué habré hecho para lograr este milagro? –se preguntó.
Habló de dos tipos de raíces: en primer lugar las que profundizan en busca de agua venciendo cualquier obstáculo que se les interponga y si hay sequía son capaces de llegar hasta  la napa para extraer tan vital elemento.
Otras, en cambio, se distribuyen  como una cabellera, horizontalmente, utilizando el agua cercana a la superficie, dependen de las lluvias  que pueden ser abundantes o escasas ya veces, el anclaje no es suficiente entonces  cualquier viento derriba la planta entera.
Se sorprendió cuando uno de los pibes le dijo:- como en la vida,  no, profe?
No supo qué responder.
En esos pensamientos andaba cuando cesó el parloteo y se dio cuenta de que la vecina había dejado el ascensor.
Llegó al último piso y  entró.
No podía despegarse de las palabras del alumno que aparecían recortadas, mutiladas,”…como en la vida…”
Sintió el peso en los hombros.
 Era su propia vida.
Se recordó pequeño y huérfano. A horas de parir, la madre huyó del hospital con otro hombre, dejando atrás para siempre hijo y marido. El  padre, hombre de pocas palabras lo crió sin cariño y decía una y otra vez: si llegaste a ser alguien me lo debés todo a mí, fui el único que se ocupó de vos.
Ni bien pudo se fue, sin preguntar, sin discutir. Nadie le pidió que volviera.
Tuvo varias parejas y se negó a tener hijos. ¿Acaso el podría dar lo que no había recibido? ¿Sabría abrazar, besar, amar a un niño? Las mujeres no se arraigaban.
Él era como esa planta con raíz superficial,  esclavo  sediento de las pocas gotas de agua que se evaporaban velozmente en la sequía de su alma, hambreado de amor y casi sin arraigo.
La ventana, estaba cerca y no dudó.
Ya en caída libre, no hizo el inventario de su vida, ¿para qué?, los recuerdos lo acosaban permanentemente.
 El trayecto le pareció corto, sintió un golpe, un balanceo y luego…la nada.
Cuando recuperó la conciencia estaba en una cama, seguramente de algún hospital de emergencias, reconstruyó sus actos sin emoción y quedó concentrado en la sensación de balanceo final, le pareció escuchar un parloteo conocido, abrió lentamente los ojos y vio una mano nudosa, manchada por la edad que sostenía con cálida firmeza la suya, anclándolo en la vida, con la otra, le acariciaba la frente mientras lo miraba con dulzura y aflicción.
Sintió ese calor que sienten los niños cuando ya relajados se abandonan al sueño en la seguridad del hogar.
La anciana no lo sabía entonces pero en el mismo instante que abrió ese toldo que lo acunó, había parido un hijo soñado y a él ¡justamente a él! le había nacido la madre que tanto anheló.

                                                                               Elsa Palma

Poema de Alicia T. González

Cafetín Literario
Asociación Empleados de Comercio. Rosario. Federico Vega-Susana Rozas
Poema
Íbamos por el camino
De ensoñación
Que da la primavera

Nos descubrimos sorprendidos,
El mundo pletórico
Se ofrecía.

Tenías al mirar
Transparentada el alma,
Las manos unidas
Vibraban de energía.

Del corazón las palabras
“Para siempre”
Manaron cristalinas
De esperanzas.

Creímos que el mañana
Juntos nos abrazaría
Sin pensar que lo oculto

Agasapado, tendiendo redes
Como viento que enmaraña
Y fuga

El hoy, añoranzas:

Un suspiro en a tarde,
Un lágrima que regó
Aquella carta
Y ese pétalo que guarda
Entre aromas vacíos
Lo que dijo el poeta:[1]

“Es tan corto el Amor
Y
Tan largo el olvido”.

                                                                                Alicia T. González


[1] Neruda, Pablo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La cigarra y la hormiga del siglo XXI, de Marta Enrique. A veces pasa.

Cafetín Literario
Empleados de Comercio. Corrientes 450 1º piso



La cigarra y la hormiga siglo XXI

Vaya sorpresa, verla por aquí
mi amiga cigarra la hacía en París.
Sorpresa la mía, estimada amiga
fui por su cubículo y lo hallé vacío
me contó su tropa que estaba en Europa.

Ya estoy de regreso, hábleme de usted
estando en Europa la vi en TV
y los periodistas hablaban muy bien
que fue todo un éxito, cantando en francés.

Esa fue una imagen que yo fabriqué
sola y presionada ¡las que allí pasé!
vencí la bulimia y caí en el estrés.

Pero usted, hormiga, que mal se la ve
dando vuelta sola, sin su comité.

La tecnología no me sentó bien
doy vueltas y vueltas sin saber qué hacer
sin el analista no puedo vivir
y tomo pastillas para poder dormir.

No sea exagerada fue siempre ahorrativa
con lo que ha ganado vivirá tranquila.

¡Qué vida tranquila con chaucha y palito
si tengo dinero en el corralito!

No se me preocupe yo canto por dos
me voy a  plaza, la murga empezó.
Qué murga ni murga, bombos y palazos
eso que se escucha son cacerolazos.
Qué hacemos, amiga, sin fama ni comida
de vuelta en el pago, en pampa y la vía.

Unamos fuerza, tirando parejo
que juntas comadre podemos ir lejos
si yo dejo el canto, mato tradiciones
y siempre he luchado por mis convicciones.

Usted es obrera, tenaz y derecha
es justo disfrute, en paz su cosecha
súbase a mis alas, vamos a la cima
que nos vean juntas, cigarra y hormiga.

Usted ponga esfuerzo yo pondré la rima

gritemos bien fuerte ¡Somos Argentina!               Marta Enrique




A veces pasa

A veces pasa así
Que un sueño loco
Germine entre el dolor
Y la resaca.

Una partícula de amor
Que riega el llanto
Se abre a la vida
Y nos conmueve tanto.

La savia crece
Abriendo nuevas llagas
La sangre a borbotones acobardada
Quiere escapar y choca contra el muro
De la piel tosca ya gastada.

Y, el milagro de la vida grita,
En las manos, quemantes y alocadas,
Arde la brasa que quedó dormida
En un rescaldo de cenizas olvidadas.

A veces pasa así
Pero ya es tarde,
Por los años o la muerte apresurada
Que nos pone al borde del abismo
Sin saber si saltar o si esperarla.

A veces pasa así,
Pero qué importa,
Si el capullo apuntala una mañana
Y se abre en flor para aromar la vida
Y se instala en la luz de tu mirada.

A veces pasa así
Como en los cuentos
Aunque vuelva a resurgir el sufrimiento,
El milagro del amor valdrá el intento.

                                      Marta Enrique





El sueño, Elisa González

Cafetín Literario
Empleados de Comercio. Corrientes 450 1º piso.
Federico Vega. Susana Rozas

El sueño
Soy el hombre que alguna vez se enamoró de una chiquilla apenas mayor de 18 años. Hace tanto. No supe alimentar ese amor.
Se puede pensar que había otra mujer, es lo común ¿no? Pero no. No había nadie más que mi propio desamor. Suena feo, pero es real.
Quedan solamente los hijos. ¡Qué haría sin ellos! Betiana me asiste, se fija en mínimos detalles para que yo pueda vivir bien
 Y para que la señora que me cuida ¿cómo se llama? Ah, sí, Rosa, no se olvide de nada.
Me engaño en cómo llegué a esto pero sí, lo sé.
Fue después de llegar del viaje, claro, estresado por ese deficiente negocio que me sentía mal. Después no recuerdo, voces, un  espacio blanco. Betiana y Federico (tuvo que venir de tan lejos, pobre, por mi culpa) diciéndome: ya está bien papá, no te preocupes por nada. Entre susurros escuché la palabra secuela.
Me vienen a la memoria esos momentos que me apesadumbran. ¿Habré hecho mal las cosas? ¿No debí haber actuado así? Sólo puedo llorar, los años me sensibilizan. No me siento bien..
…..
Estamos en la playa con los chicos. Felices. El aroma a mar y esta arena caliente me pueden. Miro a mis hijos y a ella, mi amor; pienso cuánto los amo. Y un día pensé que no la quería más. Fueron épocas difíciles, sí, los problemas económico, el espacio, de repente dos niños, la inexperiencia, la juventud. Dije basta de esto. Así.

Puedo decir que soy feliz con esta familia que Dios me dio. Betianita terminando la secundaria y Federico todo un señor, pronto será bogado.

Un detalle arruina mi paz: el sueño recurrente con ese señor, triste, viejo. Arrepentido.


                                              Elisa González


martes, 18 de noviembre de 2014

´Martín Fierro



  1. El Martin Fierro recitado completo - YouTube

    www.youtube.com/watch?v=f-YkjJhlEC0

    31/10/2012 - Subido por carlosquilmeslopez
    El Gaucho Martin Fierro y la vuelta de Martin Fierro(1:40:33 es el contenido de este video. Relato en la voz ...
    Ca

  2. Cafetín Literario
  3. Empleados de Comercio; Corrientes 450 1º Piso
  4. Miércoles desde las 14hs. Entrada libre e inclusiva
  5. Federico Vega- Susana Rozas.
  6. Repartiendo textos.

martes, 28 de octubre de 2014

Trabajo cumplido, Alicia T. González


Trabajo cumplido

Regresaba eufórico con su compra bajo el brazo.
Cruzó la avenida compenetrado en el trabajo que elaboraría.
Un chirrido. Fuerte golpe. Gritos. Curiosos acercándose. Sirena de ambulancia. Ulular policial. Momentos confusos. Ayes.
Al ingresar a su casa, comenzó a escribir, tema: “Diferencias entre las doctrinas de dos filósofos. Conclusión subjetiva”. Eran los griegos Epicúreo (a.C.) y el estoicismo latino defendido por Epícteto (d.C.). Investigó explayándose seguro. Hizo correcciones y satisfecho lo transcribió.
Listo para el próximo encuentro.
Sobre su cabeza, miles de picotazos parecían despedazar y la respiración era cada vez más dificultosa. El cuerpo: convulsionante.
De a poco se fue aquietando. Una placidez única lo coronó.
Ahora recorría el ambiente: gente llorosa, autos detenidos, boulevard inusual.
Miró el asfalto y a través del caos humano vio un ser yacente rodeado de charco rojo.
Preguntó qué había sucedido, pero…el silencio era la respuesta-¡No lo oían ni lo veían!
Hojas de block alrededor. Algunas tinte rubí, otras semi rotas. Las demás, barriletes del viento o reptando soñaban que alguien las embarazara.
     


                                           Alicia T. González.- 22-10-14





Cafetín Literario
Miércoles desde las 14hs. Federico Vega- Susana Rozas



domingo, 26 de octubre de 2014

Carta a Liz Taylor, Pedro Lemebel

Carta a Liz Taylor (o esmeraldas egipcias para AZT)

Así, querida Liz, sin saber si esta carta irá a ser leída por el calipso de tus ojos. Y más aún, conociendo tu apretada agenda, me permito sumarme a la gran cantidad de sidosos que te escriben para solicitarte algo. Tal vez un rizo de tu pelo, un autógrafo, una blonda de tu enagua. No sé, cualquier cosa que permita morir sabiendo que tú recibiste el mensaje. El caso es que yo no quiero morir, ni recibir un autógrafo impreso, ni siquiera una foto tuya con Montgomery Cliff en El árbol de la vida. Nada de eso, solamente una esmeralda de tu corona de Cleopatra, que usaste en el film, que según supe eran verdaderas. Tan auténticas, que una sola podría alargarme la vida por unos años más, a puro AZT.
No quiero presionarte con lágrimas de maricocódrilo moribundo, tampoco despojarte de algo tan querido. Quizás, liberarte de esas gemas que cargan la maldición faraónica, y a la larga traen mala suerte, incitan a los ladrones a saquear tu casa. Y no es broma, tú recuerdas lo de Sharon Tate, no fue nada de gracioso. Además los pelambres del ambiente, las víboras diciendo que las joyas se te pierden en las arrugas. Que ya no te queda cuello con tanta zarandaja. Que una reina debe ser sobria, que a tu edad el esplendor de los rubíes compite con la celulitis. En fin, habiendo tanto hambriento tú te paseas de alhaja en alhaja. Que Julio Iglesias quedó turnio con tanto brillo. Que los cheques para la causa AIDS, que tú regalas con tanta devoción, se quedan enredados en los dedos que trafican la plaga. Y dicen que fíjate tú, esa piedad es pura pantalla, nada más que promoción, fíjate, como el símbolo para la campaña. Esa cintita roja que los maricas pobres la usan de plástico, seguro que fabricadas en Taiwan. Y las ricas de oro con rubíes, que más parece una horca, el lacito ese. Un detector para saber quién tiene el premio, tú sabes, la gente es tan peladora. Hasta han dicho que tú estás contagiada, por eso la baja de peso. Basta mirar las fotos de hace algunos años, no había modelito que te entrara. Y ahora tanto amor con los homosexuales sidosos. Tanto cariño por ese Jackson, el Cristo pop que canta: «Dejad que los niños vengan a mí.» Mira tú, de dónde tanta adhesión. Tanto amor con los maricas, como la Liza Minelli, la Barbara Streisand y la María Félix. Todas esas estrellas que amamantan a las locas como perritos regalones. Como sí los maricas fueran adornos de uso coqueto. Como si fueran la joya del Nilo o el último fulgor de una Atlántida sumergida. Mira tú, y sin embargo, con las lesbianas ni pío. Cuando debiera ser al revés, dicen ellas. Primero la solidaridad por casa, y luego las locas. Hasta les tienen un apodo en New York a las ricas y famosas que andan para arriba y para abajo con sus modistos y peluqueros.
Yo creo Liz que es pura pica, nada más que envidia. Además, los colas tenemos corazón de estrella y alma de platino, por eso la cercanía. Por eso la confianza que tengo contigo para pedirte este favor. Si es que tú quieres, sí no te importa mucho. Te estaré eternamente agrade-sida. Acuérdate, una esmeralda chiquitita, de pocos kilates, que no se note mucho cuando la saquen de la corona. Total, tú tienes esas turquesas para mirar que opacan cualquier resplandor. Yo soy de Chile, mándamela a la dirección del remitente. Tú no conoces este país, dicen que, hay mucha plata, pero no se ve por ningún lado.
Tu admirador, for ever
  1. Pedro Segundo Mardones Lemebel, más conocido como Pedro Lemebel es un escritor, cronista y artista plástico chileno. Su obra escrita aborda los temas de la marginalidad chilena utilizando para ello algunas referencias autobiográficas.Wikipedia
  2. Fecha de nacimiento21 de noviembre de 1952 (edad 61), Santiago de Chile, Chile

Palabra

Una crónica (De el latín Chronicon) es una obra literaria consistente en la recopilación de hechos históricos narrados en orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona.
En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones. Emplea verbos de acción y presenta referencias de espacio y tiempo. La crónica lleva cierto distanciamiento temporal a lo que se le llama escritos históricos. Por medio de las crónicas se pueden redactar escritos, tomando las opiniones de varias personas para saber si esto es cierto o no, como en el libro Crónica de una muerte anunciada escrito por Gabriel García Márquez

·                     La crónica debe mostrar un estilo ameno, a ser posible con anécdotas y curiosidades. La crónica permite un vocabulario más rico y un estilo más flexible, incluso literario. Una crónica explica las expresiones, las enmarca en un contexto, las evalúa. 


sorpresas y describe el ambiente.

La niña de mis ojos; De tanto; por Elsa Palma.

DE TANTO
De tanto no responder
a la negra mentira
tengo el corazón amarillo,
de tanto no responder
a la verde envidia
tengo el corazón amarillo,
de tanto no responder
a la roja ira
tengo el corazón amarillo,
de tanto no responder
a la gris indiferencia
tengo el corazón amarillo,
amarillo en flor
amarillo sol
amarillo vida.




LA NIÑA DE MIS OJOS
Era domingo, mi padre estaba de traje y con los zapatos bien lustrados, mi madre con esos hermosos tacos de gamuza negra. Seguramente yo tenía muy poca edad porque la imagen más nítida es cercana al piso verde del vestíbulo, (jamás les escuché decir living), ella se había empolvado antes de pintarse los labios muy rojos. Ya cerca de la puerta comenzó el ritual silencioso: se pararon frente a frente, el la miró  y sacó del bolsillo un pañuelo bien planchado, con decisión se lo atravesó en el profundo escote que dejaba ver el nacimiento de los pechos más que generosos.Tan repetida era la escena que llegué a creer que los vestidos venían con pañuelo que debía llevar el hombre para  tapar a la mujer. Minutos después tomábamos el tranvía hacia el centro y ya en calle Córdoba (que tenía entonces vereda, cordón y calzada) caminábamos hasta que se hiciera la hora.
Mi verdadera fiesta empezaba cuando entrábamos al Heraldo, único cine que proyectaba dibujitos y ahí el tiempo volaba junto con mi fantasía. Me recuerdo feliz. En esa época la imaginación  hacia bellas todas las cosas. Así, Jugar en la vereda bajo el aroma de los paraísos, dormir en el piso del patio cuando el calor apretaba o escuchar la lluvia a toda orquesta sobre las chapas de zinc era maravilloso.
Sé cuando esto terminó: exactamente a los seis años, con la llegada de la educación formal mi inocencia fue poco a poco desplazada por el “uso de razón” como decían las monjas. El deber ser se impuso y nadie respetó mi esencia.
Tuve que hurgar mucho en mi infancia para encontrar este recuerdo resguardado en mi mente como un tesoro, valió la pena hacerlo, la niña que fui estaba ahí, intacta,  como un angel de la guarda, levantándome en las caídas, es más,  aún me habita, lo sé, porque me conmuevo con el aroma de los paraísos y porque cuando llueve siento música bajo cualquier techo que me cobije.

                          Elsa Palma




Cafetín Literario.
Empleados de Comercio. Miércoles desde las 14hs. Corrientes 450, 1º Piso.


                              


                           Elsa Palma

La carreta del oeste, Ana María Muratorio.

La carreta del oeste
Cargaban todo tipo de equipaje, mantas, valijas, armas, herramientas, ollas y tonel de agua para beber, muchas cosas más. Lo que serviría para abrirse paso a través de sierras y llanuras y llegar al oeste: la tierra prometida.
Los dos viajeros recorrían de día largos caminos polvorientos y cruzaban angostos ríos, donde la carreta se movía casi como un barco y ellos oscilaban con sus cuerpos acompañando el movimiento.
 Cuando la luz del día se apagaba, buscaban un lugar reparado, ya sea por árboles o grandes rocas cerca del río.
 Prendían un fuego enorme para alejar a las bestias nocturnas y se alimentaban con lo que cazaban durante el trayecto. Luego dormían sobre sus mantas, pero siempre expectantes. Los caballos descansaban en la orilla y bebían todo lo que podían para que al alba volvieran a arrastrar el peso de todo lo transportado.
Extensos días se repitieron de la misma forma, hasta que una tarde, estando los dos en el pescante escucharon un retumbar horroroso mezclado con gritos guturales: eran indios que se acercaban. El asombro no les dio tiempo para armarse y lo que siguió fue un silbido de flechas que se mezclaba con el polvo que levantaban los cascos de los caballos al atacarlos.
 Una flecha atravesó la pierna del que conducía la carreta, el dolor fue inmenso, un balazo de rifle fue a dar en el hombro del otro que empezó a manar sangre. Los dos se desplomaron de espalda sobre la carreta, pero tuvieron que luchar como podían con dos apaches que a cuchillo habían trepado por detrás.
 Pelea, gritos y lucha hicieron que el carruaje volcara sobre un costado con sus cuatro ocupantes enfurecidos.
Cuando de pronto, se oyó la voz de la abuela Moma:- Chicos a tomar la leche-. Y todo volvió a la normalidad en el altillo.

                                                                       
                                                                         Ana María Muratorio

















Chau número tres.

Te dejo con tu vida 
tu trabajo 
tu gente 
con tus puestas de sol 
y tus amaneceres. 

Sembrando tu confianza 
te dejo junto al mundo 
derrotando imposibles 
segura sin seguro. 

Te dejo frente al mar 
descifrándote sola 
sin mi pregunta a ciegas 
sin mi respuesta rota. 

Te dejo sin mis dudas 
pobres y malheridas 
sin mis inmadureces 
sin mi veteranía. 

Pero tampoco creas 
a pie juntillas todo 
no creas nunca creas 
este falso abandono. 

Estaré donde menos 
lo esperes 
por ejemplo 
en un árbol añoso 
de oscuros cabeceos. 

Estaré en un lejano 
horizonte sin horas 
en la huella del tacto 
en tu sombra y mi sombra. 

Estaré repartido 
en cuatro o cinco pibes 
de esos que vos mirás                     
 Mario Benedetti.
y enseguida te siguen. 

Y ojalá pueda estar 
de tu sueño en la red 
esperando tus ojos 
y mirándote.
                                                     

                                          


                            Ana María Muratorio

martes, 14 de octubre de 2014

Quizá nunca lo sepas, Sergio Volpe

Quizá nunca lo sepas

Quizá nunca lo sepas…que estás dormida a mi lado, que te conozco, creo que te conozco…tal vez en los enmarañados destinos ciudadanos…quizá nunca lo sepas…que el viento mece tus cabellos y tus sueños…y que tus manos  custodian y conversan con tu vientre, adornado de frutas, salpicado de probables retoños.
Quizá nunca lo sepas…que eres princesa en tu trono urbano, de primaveras soleadas, de mágicos jardines oníricos… de tu aroma inalcanzable…quizá nunca lo sepas…que anhelo tu ensueño, como la noche espera la mañana…y despiertes moviendo tus suaves labios húmedos como infinitos misterios.
Quizá nunca lo sepas…que de repente, abres tus ojos de mieles, que reflejan el empedrado cotidiano, lleno de matutinas y platónicas avenidas, mientras todo gira y cae lentamente como tus párpados, como lluvia sobre tu rostro de trigo.
Quizá nunca lo sepas…que en tu agonía de silencio, desciendo…y viéndote alejar como una flecha dormida sobre tu carroza casual, tan rápida como injusta, atesoro el consuelo retenido con tu presencia…y esto quizá nunca lo sepas.




      Sergio Volpe.





Miedo, de Nina

Cafetín Literario
Empleados de Comercio; Corrientes 450, 1º piso.
Miércoles desde las 14hs. Gratuito


He aquí una frase sugerente
(Tomada de un escrito de D.F.Sarmiento, titulado: “Un tigre en el desierto”)
Entonces supe lo que era tener miedo

Era un pueblo pequeño, como una postal típica: casas bajas, las más encumbradas con zaguán y puerta cancel; la mayoría más modestas.
Calles amplias, de tierra, que solían regar desde un camión en las tardes de verano. Ocupando una manzana, la plaza pública, con sus bancos de listones torneados de madera blanca. Bordeada de coposos árboles, tenía en el centro el mástil, en cuyo derredor se realizaban los actos escolares, religiosos y políticos.
Frente a sus cuatro lados se encontraban las instituciones más caracterizadas del pueblo: la Comuna, la escuela, la iglesia, el Club Social, dos farmacias y el almacén de ramos generales.
Yo vivía frente a la estación del ferrocarril en una casa antigua con un ancho zaguán y un amplísimo patio con árboles al fondo.
Una noche me encontraba sola, dispuesta a dormir, cuando escuché nítidamente en medio del silencio un extraño ruido indefinible, más bien grave, repetido a intervalos regulares y breves.
Contuve la respiración para comprobar si era dentro o fuera de la casa. Decididamente, no sólo era adentro sino en mi propia habitación.
Quedé paralizada. El ruido proseguía con la misma regularidad.
Tuve que oprimirme el pecho con ambas manos porque mi corazón parecía pronto a estallar.
En pocos minutos recordé ciento de historias escuchadas en el galpón de los peones, cuando pasaba mis vacaciones en el campo donde se hablaba de aparecidos y fantasmas, de almas en pena que arrastraban cadenas, de espíritus, luces malas y voces del más allá.
El ruido proseguía y mi terror iba en aumento, llegando al paroxismo.
Me cobijé hasta la cabeza para no oírlo, pero fue en vano. Un sudor frío me cubría las manos y la frente, me faltaba el aire, no creí poder resistir más tiempo tanta angustia.
Súbitamente tomé una decisión heroica: encendí la luz y me incliné para mirar debajo de la cama, de donde en ese momento provenía el ruido.
No tengo palabras para definir mi impresión, pero sé positivamente que lo que en otra circunstancia me hubiese causado asco, repugnancia y escalofrío, en ese instante me produjo un inenarrable alivio: un inmenso sapo áspero, barrigudo y pesado, recorría a saltos la habitación, quizá buscando una salida.
Hoy es apenas una anécdota risueña; pero entonces, supe lo que era tener miedo!


                                      NINA