martes, 14 de octubre de 2014

Miedo, de Nina

Cafetín Literario
Empleados de Comercio; Corrientes 450, 1º piso.
Miércoles desde las 14hs. Gratuito


He aquí una frase sugerente
(Tomada de un escrito de D.F.Sarmiento, titulado: “Un tigre en el desierto”)
Entonces supe lo que era tener miedo

Era un pueblo pequeño, como una postal típica: casas bajas, las más encumbradas con zaguán y puerta cancel; la mayoría más modestas.
Calles amplias, de tierra, que solían regar desde un camión en las tardes de verano. Ocupando una manzana, la plaza pública, con sus bancos de listones torneados de madera blanca. Bordeada de coposos árboles, tenía en el centro el mástil, en cuyo derredor se realizaban los actos escolares, religiosos y políticos.
Frente a sus cuatro lados se encontraban las instituciones más caracterizadas del pueblo: la Comuna, la escuela, la iglesia, el Club Social, dos farmacias y el almacén de ramos generales.
Yo vivía frente a la estación del ferrocarril en una casa antigua con un ancho zaguán y un amplísimo patio con árboles al fondo.
Una noche me encontraba sola, dispuesta a dormir, cuando escuché nítidamente en medio del silencio un extraño ruido indefinible, más bien grave, repetido a intervalos regulares y breves.
Contuve la respiración para comprobar si era dentro o fuera de la casa. Decididamente, no sólo era adentro sino en mi propia habitación.
Quedé paralizada. El ruido proseguía con la misma regularidad.
Tuve que oprimirme el pecho con ambas manos porque mi corazón parecía pronto a estallar.
En pocos minutos recordé ciento de historias escuchadas en el galpón de los peones, cuando pasaba mis vacaciones en el campo donde se hablaba de aparecidos y fantasmas, de almas en pena que arrastraban cadenas, de espíritus, luces malas y voces del más allá.
El ruido proseguía y mi terror iba en aumento, llegando al paroxismo.
Me cobijé hasta la cabeza para no oírlo, pero fue en vano. Un sudor frío me cubría las manos y la frente, me faltaba el aire, no creí poder resistir más tiempo tanta angustia.
Súbitamente tomé una decisión heroica: encendí la luz y me incliné para mirar debajo de la cama, de donde en ese momento provenía el ruido.
No tengo palabras para definir mi impresión, pero sé positivamente que lo que en otra circunstancia me hubiese causado asco, repugnancia y escalofrío, en ese instante me produjo un inenarrable alivio: un inmenso sapo áspero, barrigudo y pesado, recorría a saltos la habitación, quizá buscando una salida.
Hoy es apenas una anécdota risueña; pero entonces, supe lo que era tener miedo!


                                      NINA

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