martes, 27 de mayo de 2014

Tendedero


YO NO LO SÉ DE CIERTO...

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.

Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.

(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo).
Horal, 1950

    Jaime Sabines
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Final
                           a Julio Cortázar

Para comprender tu muerte
He salido a buscar
Mi “flor amarilla”
Te tuve que pensar
Te tuve que traer.
Después supe
Que me descubriste
Jugando a las estatuas
Y es seguro que pasabas
En aquel tren
Porque me adivinaste
La posición
Los años
Mi pollera corta
Las rodillas
Los sagrados pecados que
Nos involucra la adolescencia.

También
Fui “la mujer”
En los renglones
Que me dibujaste Maga.

Ahora nos queda sólo
Una lluvia interminable
De nombres-palabras
Que en esta impotente desesperación
                                                            Te llaman
                                                              Te gritan
                                                                 Te viven
Te imploran en una biblioteca
En los cuadernos de literatura
En los terribles
Y a veces felinos gestos de
Mi generación.

                                                       S.R



LA MUCHACHA EBRIA

Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche,
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo,
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche —y era una santa noche—
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.

Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!
Los hombres del alba, 1944  

                                                                             Efraín Huerta


    Cafetín Literario. Empleados de Comercio. Corrientes 450, 1º Piso
Miércoles desde las 14hs. Gratuito.....

Susana Rozas- Federico Vega- Marta Dómina

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